(Un dels retrats funeraris d'El Fayum, II d.C.)
Mircea Eliade, «Ivan», dintre de Relatos fantásticos, editorial Kairós:
«(...) El río corría mansamente, majestuoso y silencioso a pocos centenares de metros delante de ellos. No se divisaba la otra orilla pues continuaba cayendo una lluvia menuda que parecía tejer una cortina de niebla que la luz incierta y pálida en la que se adivinaba ya la aurora no conseguía atravesar. A sus espaldas, aparecían continuamente grupos dispersos, titubeaban unos momentos y luego bajaban a la orilla, donde ya se habían formado los convoyes que parecían estar esperando la señal de partida.
(...) A continuación, se dirigió hacia un grupo que lo estaba esperando sin disimular su impaciencia, aunque los miraban a ambos sonriéndole con afecto, casi con fervor. Los primeros ya habían comenzado a pasar y, entonces, el sol pareció salir por todos lados pues la luz lo deslumbró y vio el puente que los otros atravesaban cada vez más rapidamente, puente que parecía haber nacido de esa luz de oro que lo había deslumbrado; y también, en el mismo instante, lo ensordeció una tremenda explosión compuesta de una extraña mezcla de sonidos de gigantescas campanas de cristal, de platillos de cobre, de flautas y de cantos de grillos.
(...) Se levantó bruscamente y, sin mirarlos, se puso a caminar de nuevo, rápido, casi corriendo. La luz de oro del puente había desaparecido y tampoco el río parecía tan cerca. Lo veía o, mejor, lo intuía lejos, frente a él, hacia el poniente. Pero corría con una alegría ya olvidada, infantil, sintiéndose colmado de una placidez total, sin nombre y sin sentido.»
En memòria del meu tiet, Àngel Ventosa
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