Esperit de la missatgeria

«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.

sábado, 29 de mayo de 2010

Una comunitat inconfessable

Com ha de ser una comunitat perfecta entesa a la manera posmoderna? Aquella en la qual els participants ni tan sol estiguin segurs d'haver participat. Aquesta és una de les tesis del clàssic entre els clàssics posmoderns, Maurice Blanchot, al seu llibre La comunidad inconfesable, editat fa anys a la magnífica editorial Arena libros. Inconfessable al no voler revelar el secret i al no acceptar el poder extern atorgat per qui confessa. Per l'elusiu pensador francès, la comunitat es construeix paradoxalment a partir d'absències i basant-se en la mort: estem units per la mort, quant aquesta encara no es fa present.

La concreció extrema d'aquesta comunitat probablement va ser el grup Acéphale, una secessió surrealista amb epígons posteriors com els situacionistes o els punk. Altres formes extremes són els suicids colectius d'algunes sectes, guiades per la idea de sacrifici absolut, el d'allò que constituteix la individualitat, fenomen que té molt a veure amb Acéphale. «La comunidad de Acéphale no podía existir como tal, sino solamente como la inminencia y la retirada: inminencia de una muerte más próxima que toda proximidad, retirada previa de lo que no permitía que uno se retirase» I es que el surrealisme és una inversemblant variació del motiu clàssic de la comunitat mística, sobretot la de tendències passives i negatives, arribar a l'absolut per l'abandonament màxim. De fet, a la segona part trobem alguna de les reflexions més lúcides sobre el que va ser l'autèntic maig del 68, que podríem interpretar com una nova versió de la pràctica mística de l'abandonament total, metaforitzat en una versió decadent en un text de Marguerite Duras.


En definitiva, un clàssic extraordinari del pensament posmodern extraordinari, ple de saber no explícitat, fet més pel silenci que per les paraules, pel blanc de la pàgina que pel negre, pel buit i no pas per la concreció.

lunes, 24 de mayo de 2010

Fantasmas de gran densidad material

En su La linterna mágica Bergman afirma que Tarkovski es el mejor director porque sabe filmar sueños; viendo Hubert Robert, una vida afortunada y Elegía de un viaje, de Aleksandr Sokurov, se tiene la sensación de que Tarkovski tuvo un hijo espiritual. Pero vayamos a la visibilidad aplicada en los dos mediometrajes. En ambos Sokurov destaca los elementos principales en la recepción, basándose en la forma en que se nos presentan los objetos artísticos: la materialidad de cada esfera sensorial, sobre todo de las dos fundamentales en una película, la audible y la visible. La estructura onírica ordena ambas películas. Como en un sueño, el libre juego de asociaciones une cada secuencia. Y buena parte del combustible imaginativo lo aporta la tradición artística.
En Hubert Robert encontramos básicamente dos carburantes: el teatro Noh y las pinturas de Robert. Una representación de Noh sirve de excusa argumental para iniciar (por cierto, la filosofía budista mantiene algunos curiosos paralelismos con la fenomenología). Personajes ingrávidos, dignos de Okyo, se mueven como fantasmas por el escenario. Como en unas muñecas rusas, verlo lleva al narrador a pensar en Hubert Robert, y eso nos impulsa hasta el Hermitage para admirar sus cuadros, mostrando el proceso mental de un espectador sensible causado por el arte, equivalente al flujo de conciencia literario sólo que acompañado por imágenes y sonidos. La voz y lo visual se estimulan, eje de la experiencia, y no el encadenamiento de razonamientos. Algunos planos comienzan pegados al lienzo, para luego alejarse hasta salir del rectángulo, subrayando el acto contemplativo y la diferencia que otorga un simple cambio de perspectiva. La piel del cuadro respira, en una experiencia de gran sensualidad, a la busca de lo plano, plano al cuadrado cuando desliza mórbidamente la cámara por la superficie de un lienzo, acentuando el efecto porque incluso la imagen aparece inflada, como si el resto de dimensiones se integraran en la bidimensionalidad. A Sokurov le gusta tanto la tradición que satura las referencias: el teatro ritualístico Noh, la arquitectura neoclásica del Hermitage, los cuadros pintorescos de Robert; sin embargo, eso no se plasma en un discurso enciclopédico sino en imágenes de una densidad difícil de superar.


Por su parte, la estructura es aún más onírica en la Elegía del viaje, con sus primeras escenas dispuestas a manera de imágenes hipnagógicas hasta dar con narraciones más reconocibles, como el bautismo, o la conversación en el bar, cuando otro personaje interpela al narrador. De la misma forma que en Hubert Robert la pintura vuelve a animar el proceso asociativo de un narrador en primera persona, con una voz en off que es más un fantasma que un sujeto interviniendo en la acción —episodio del bautizo. Su voz de hipnótica entonación sostiene el viaje. Ver obras estimula las asociaciones, como se concretiza sinestésicamente en el episodio del Hermitage, en que los cuadros se traducen en sonidos alusivos al tema de la composición. De nuevo un personaje fantasmal, convertido casi en el Espíritu, contempla pinturas y reflexiona sobre el arte. Imaginación del artista de nuevo en el cuadro de Saenredam. El contemplador estuvo junto al artista mientras pintaba, excusa que iguala al creador y al observador, recreador de la pintura con su observación. En eso se parece al Robert fabulado por el narrador, para quien el pintor se lo inventaba todo, plasmación visible de lo invisible, lo existente en su imaginación —lo cual no equivale ni a mentira ni a irrealidad. El narrador se postula como un doble del espectador dentro de la superficie pictórica. Goza de la gran fortuna de poder tocar, como en esos abundantes planos de una mano que recorre la superficie de cuadros, paredes, objetos… lo háptico de manera diferida.
Que las obras estén tan interesadas en lo visible no implica que no reflexionen: al contrario, se preguntan sobre lo más importante de la existencia, sólo que en un audiovisual se piensa mediante la imagen y la palabra. Lo sensible se eleva a la cumbre de la atención, pero sin menospreciar a lo intelectual, ético o espiritual, todos ellos facetas de la experiencia estética. De hecho, la dicotomía entre superficie y honda reflexión es falsa. Los dos cortometrajes están cargados de contenido, siendo éste la propia imagen. ¿Por qué separarlos? La visibilidad no implica obligatoriamente renunciar al contenido sino prestar la atención debida a la propia materia de la obra y revelar cómo ésta se manifiesta en lo audiovisual.


En definitiva, que cuando contemplamos las películas de Sokurov, como las de su maestro Tarkovski, no podemos más que lamentar que su senda sea tan poco frecuentada en el cine.

jueves, 13 de mayo de 2010

Domèstica

Els amics d'Adart em passen de manera clandestina aquest vídeo sobre l'exposició Domèstica que han preparat pel 20 i 21 de maig. Han tingut una bona idea, si més no original: omplir l'espai privat de Girona, les cases de amables ciutadans, amb obres d'art contemporani cedides per a l'ocasió. Al barri vell de la ciutat han aparegut objectes quotidians pintats de vermell que serveixen com a contrasenya: en aquella casa hi trobarem música, en l'altra hi trobarem pintura, a la de més amunt poetes... Les cases estan en carrers de Girona com Santa Clara, Nord, Argenteria, Mercaders, o fins i tot de les Idas de Ollas.
També m'han passat aquest vídeo amb més dades, encara que no sé si serà gaire efectiu per la informació inclosa. I tampoc sé com quedarà la barreja d'un vídeo amb banda sonora de Kortatu entre Bill Violas, Tarkovskis, Comelades i la resta de missatgers.

En tot cas, la experiència s'ho valdrà. Si això no és arte pal pueblo que baixi el déu Dada i ens ho expliqui!

lunes, 3 de mayo de 2010

El missatger

Aquesta és la versió de Bill Viola del missatger. Un extracte del seu The messenger, de l'any 96. No he trobat la versió completa.