Una de las canciones que mejor explican las complejidades de su
propuesta, así como su condición de altavoz de prácticas minoritarias u ocultas
proyectadas a la esfera del discurso público, es «Venus in furs», primera
canción (creemos) en exponer una letra basada explícitamente en el
sadomasoquismo, temática inédita en la cultura del rock y que evidencia la
rareza y atrevimiento de la banda. La canción se titula como el clásico
precursor del masoquismo, La Venus de las
pieles, escrito por Leopold Sacher-Masoch, libro publicado en el 1870. Este
autor con el mencionado relato dio nombre a un tipo de práctica sexual, por
otra parte de ancestral tradición –la leyenda medieval de que la hetaira Filis
cabalgaba a Aristóteles, representada en muchos ejemplos pictóricos–, tipo de
sexualidad en la que el goce se obtiene mediante la recepción de castigos
físicos o morales o la sumisión hacia otra persona.
El goce (¿lacaniano?) que deja traslucir el tema, cantado enfáticamente
por Lou Reed, puede incluirse perfectamente en una idea del arte en el tiempo
de la cultura de masas que tanto denostaban Adorno y otros pensadores
modernistas, con su concepción del arte elevado, digno de los artistas de
genio, en contraste con el arte perverso del populacho-masa. «La negatividad de
la estética de Adorno se fundaba en la conciencia de las depravaciones mentales
y sensuales de la cultura de masas moderna y su implacable hostilidad hacia la
sociedad que necesita de esas depravaciones para reproducirse a sí misma.» (Huyssen, Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo). Probablemente «Venus in furs», declamada entre cínica y sarcásticamente por
Reed, merecería la reprobación del severo filósofo de la Escuela de Frankfort.
La primera versión la grabaron en un simple casete como demo, una versión
muy diferente a la definitiva, con guitarra acústica, sin batería y cantada por
John Cale.
En
cuanto a la versión definitiva, el singular sonido de la viola, obtenido por el
talento de Cale, le otorga un aire medieval que aporta un toque legendario a la
historia, como si perteneciera a una saga o una leyenda popular. Al grabarla
para el primer disco, lo único que les pidió Warhol fue: «Do the song with the
dirty words [Venus in furs]. Don’t change the words just because it’s a record». (Jovanovic, The Velvet Underground peeled).
Si la letra y la declamación de Reed ya eran denotativas de la temática
sadomasoquista, su exposición en público lo señalaba sin recato, al menos
durante el tiempo en que colaboraron con Andy Warhol. Cuando la tocaban en
directo, como parte del Exploding Plastic
Inevitable, el espectáculo audiovisual preparado en la Factory warholiana,
Gerard Malanga bailaba vestido de cuero y soltando latigazos, mientras otras
personas de la Factory representaban el papel del esclavo Severin o del Príncipe
Negro de Rusia, una performance que
combinaba la provocación erótica con la experimentación artística, combinación
muy del agrado de Warhol.
La recepción del tema mereció en primera instancia la incomprensión
general que suscitó la banda. El
tema «demonstrated why The Velvet
Underground really were very different, both musically and lyrically» (Jovanovic, The Velvet Underground peeled),
y eso generalmente augura un consiguiente rechazo. Además, las dos
tendencias mayoritarias en aquellos momentos en los Estados Unidos, tanto el
poso tradicionalista conservador como los seguidores del flower-power no podían más que oponerse: «The flowers of evil are in bloom. Someone has to stamp them out before
they spread», escribieron respecto a ellos, insertándolos además en la
nueva corriente contracultural (flowers)
pero como una versión maldita baudelaireiana (of evil).
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