La cultura del rock comenzó su singladura durante la denominada por
Boltanski y Chiapello segunda fase del capitalismo, la fase en que los ataques
de Marx o de los artistas modernistas habían obligado a los actores principales
del sistema (sector gobernativo y magnates económicos) a buscar una forma
intermedia pactada con sindicatos y con sectores de izquierda, la sociedad del
bienestar, así como asimilar una forma cultural contestataria, la
contracultura. Esa fase del capitalismo se extendió hasta finales de los
setenta, sustituida por el neoliberalismo, sus desregulaciones, la seguridad de
que el Mercado equilibraría por sí mismo la sociedad o la eliminación de la
crítica por una doble vía de enaltecimiento del pensamiento único (vía del
consenso) en lo cultural, mientras que en lo económico se potenciaron los
productos culturales masivos, apoyados por grandes campañas de marketing y por
miles de derivados de mercadotecnia.
Dentro del ámbito artístico una de las categorías que ha operado durante
las décadas del capitalismo consumista y del tardocapitalismo ha sido la del underground, noción que prolonga el
concepto modernista (y tradicionalista también) del arte culto elevado en
contraposición al arte popular, pero como es propio de una cultura que ha
vivido el influjo del materialismo histórico o que ha generado la
contraculturalidad, refleja el concepto de elevado a la inversa, creando una
noción que casi llega a ser una categoría estética; durante los sesenta, el
arte subterráneo se valora como el más interesante por los valores
vanguardistas del riesgo, lo subversivo, lo trasgresor. Con todo, sigue siendo
un arte para minorías de entendidos (de hipsters)
que tienen el gusto suficiente para valorar la subversión de las normas
incluida en esas obras.
Para comenzar, la industria cultural en especial los cazadores de talento
y tendencias son en general personas provenientes de la contracultura,
convertidos por ello en «especialistas» de ese sector según la nomenclatura de la tecnocracia, conocedores de las normas explícitas e
implícitas en ese grupo y en lo que exigiría el público potencial. Los
trasvases entre los sectores de la industria cultural a cargo del negocio (editores
de libros, directivos de discográficas, analistas en los medios de
comunicación, etc.) y los sectores contraculturales resultan mucho más
habituales de los podría parecer a juzgar por ciertos ademanes y discursos
proferidos desde la contracultura.
En cuanto a la recepción de las novedades culturales, si se analiza desde
esa perspectiva, se observa el mismo recorrido desde el underground o los sectores cultos experimentales hasta la escena
mayoritaria, un movimiento de lo clandestino a lo público e incluso a lo institucional.
Durante las primeras décadas de la cultura del rock, la dimensión underground contracultural se unió con
la dimensión popular, produciendo una música subterránea pero que copaba listas
de éxito, (casos como David Bowie, los Doors, Sex Pistols y tantos otros lo
atestiguan); una de las razones se halla en la rápida utilización de
estrategias publicitarias para vender el producto, incluso aprovechando el
lenguaje de la publicidad en la obra misma, caso del propio Warhol en las artes
plásticas. El Pop Art muestra la contradictoria tendencia de la vanguardia
americana, capaz de proseguir con los hallazgos de la europea, en el caso del
Pop Art siguiendo el Dadaísmo, pero insertándolo sin rubor en una dinámica de
recepción masiva de la obra, con el lenguaje adaptado para obtener audiencias
amplias.
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