Esperit de la missatgeria

«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.

miércoles, 24 de julio de 2013

La pirámide amurallada

Las megalópolis que aparecen en el cine de la posmodernidad están fragmentadas por sectores y clases sociales. La relación entre zonas de una clase y otra se sostiene incluso con estrategias y medios militares, como en los procesos de aburguesamiento de barrios de clases bajas, en que se va ocupando poco a poco el espacio con el avance de unos pocos que sirven de exploradores tanteando el terreno, comprando a precios de saldo las casas y aburguesando la zona progresivamente para que suba el valor de los inmuebles, origen de pelotazos urbanísticos.

La ordenación sigue un esquema vertical. En la lluviosa urbe de Blade Runner los niveles sociales están claramente estratificados entre el suelo de la multitudinaria plebe que vive entre tinieblas y violencia, a la que hay que reprimir, la clase media de los protectores del sistema, empleados a su servicio, como el blade runner protagonista o el constructor de replicantes Sebastián, para alcanzar finalmente la cúspide en la que se halla la dirección de la corporación Tyrrell, la fabricante de los perfeccionados robots. Allí se aposentan los grandes señores, como el demiurgo de Blade Runner. Tyrrell es el logos, el raciocinio que gobierna en la cúspide de la pirámide, gran ojo del conocimiento que todo lo ve en simbología masónica, a la que tanto le gusta el arte egipcio.
 la decoración del despacho de Tyrrell en la cúspide de la pirámide se nutre de una estética imitadora del arte egipcio, sugiriendo tanto el poder vertical de los faraones como el esotérico conocimiento de técnicas de inmortalidad asociadas tradicionalmente a la religión egipcia, con sus momias y estatuas animadas. Los replicantes serían como las estatuas que custodiaban los templos y que estaban dotados de alma. En el santuario, Deckard descubre que la trabajadora de la Tyrrell, Rachel, es otro replicante. En lo más alto de la cúspide únicamente hay sitio para un humano: el todopoderoso jefe de la corporación. «The neo-Mayan architecture of the corporate buildings suggests human sacrifice for the capitalist god, and Tyrell is indeed depicted as something of a divine patriarch» (Alien zone)
Pero debajo de los unos y de los otros hay un subterráneo en el que se forman clubs de la lucha, formas de liberar la energía reprimida en el universo liberal de trabajos precarios y jerarquía claramente delimitadas y bipolarizadas. El club se ofrece como una forma de igualación y de expresión de la individualidad, aunque sea a trompazos. Existe mucha energía acumulada que no puede manifestarse en el teatro social por encima del subterráneo liberador.
La estructuración vertical junto al cruce de lenguas del Los Ángeles y de culturas remite al mito de la Torre de Babel; también, aunque no tan evidente, en que en la construcción se tornan concreciones, se cosifican y objetualizan, todos los saberes humanos, en especial los técnicos: la torre de la corporación Tyrrell es la de los técnicos que han permitido elevarla tantos metros por encima del suelo. No obstante, se constata una diferencia fundamental respecto al episodio bíblico: mientras que la posmoderna torre está concluida, en la bíblica el irascible Yahveh ejerció de urbanista iconoclasta, arquetipo de Bin Laden, y la demolió.  

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