Esperit de la missatgeria

«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.

domingo, 31 de marzo de 2013

La Venus del subterráneo (1/6)


(El acceso de los discursos del underground a las grandes audiencias, tomando como ejemplo la Velvet Underground, «Venus in furs» y el sadomasoquismo)
En las siguientes entradas se apuntarán algunas reflexiones respecto a la Velvet Underground y a la sociedad en la que desarrollaron su propuesta estética desarrollando con brevedad dos cuestiones que están interrelacionadas: cómo funciona la sociedad capitalista en su sector del arte, mostrando un imposible equilibrio entre una élite de obras de gran exigencia, concebidas y recibidas según unos criterios estéticos radicales, valoradas generalmente como de calidad artística máxima, junto a otra tendencia de sentido contrario, la obligatoria masificación de un sistema que ha de tender a lo popular como promotor de consumo.
En segundo lugar, señalaremos alguna característica del proceso que lleva de los discursos ocultos de grupos restringidos, con un contenido en sus orígenes opuestos a la sensibilidad mayoritaria, hasta la generalización de dichos discursos e incluso su conversión en mensaje predominante en las grandes audiencias –y que incluso en ocasiones han acabado formando parte del denominado pensamiento único–; en el sector del arte ese fenómeno cultural se concreta en el paso del underground (arte para connoisseurs, limitado a grupos muy delimitados y en general especialistas, preferentemente oculto ya que por definición es contracultural hacia la cultura mayoritaria) a la esfera del público masivo e incluso la identificación por parte de los medios institucionales de la estética underground, aunque en una versión simplificada, limando sus aristas.
Uno de los tipos de estructuración del arte que más ha persistido en el tiempo ha sido el que lo divide entre arte elevado y arte popular; ese tipo de valoración se acentuó a finales del siglo XIX y principios del XX debido a una compleja red de motivos entre los cuales pueden mencionarse la aparición de nuevas tecnologías que facilitaban unas formas de arte mucho más mimético (fotografía, cinematógrafo), la eclosión de corrientes artísticas que postulaban una huida de dicha representación mimética (postimpresionismo, abstracción), la inclusión de un arte que intentaba situarse por delante del impulso colectivo, colaborando con la revolución social (vanguardismo), junto a una elitización del gusto, con obras que optaban por la depuración estilística formal, desdeñando la posible recepción de un público masivo rechazada por principios estéticos; además, esas obras conformaban el canon crítico de las grandes obras del modernismo literario, con ejemplos paradigmáticos como Joyce o Proust.
Ahora bien, el Posmodernismo se planteó recomponer esa drástica separación por motivos de expresión artística, pero también porque supone una merma de público que se sitúa en las antípodas de la lógica capitalista. Como documenta con algún ejemplo Andreas Huyssen (Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo, p. 246) la crítica de arte de los sesenta de postulados conservadores y defensora del elitismo intelectual atacó al Pop art como arte kitsch de supermercado; en cambio, el sector de producciones culturales masivas olfateó rápidamente el suculento negocio que suponía ese arte tan icónico (y por tanto fetichista), el cual, además, aunaba en su propuesta estética además la tan querida por el capitalismo virtud de lo novedoso.
El capitalismo se sustenta –al menos hasta la fase avanzada actual, en que en cierta medida cambian las condiciones– en el difícil encaje entre un posicionamiento económico necesariamente populista, masificador, que ha de promover consumo para generar beneficios empresariales, estimular el fetichismo de la mercancía y la identificación de los consumidores mediante ellas, y por el otro lado el perenne establecimiento observable en todas sus fases de una tendencia al elitismo y la jerarquización social, en un relato basado en la oposición entre triunfadores, perdedores, y una clase media que sirve de audiencia de espectadores.




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