Amb aquesta ressenya enceto una col·laboració amb la revista electrònica Núvol. Esperem que sigui molt profitosa i que doni com a resultat escrits acurats, llegibles i amb bones idees.
Esperit de la missatgeria
«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.
martes, 30 de abril de 2013
sábado, 27 de abril de 2013
El doble en el cinema de Charles Chaplin (1/4)
Hi ha pocs motius i pocs temes amb els que Charles
Chaplin li agradés jugar més que amb la noció de doble. De fet, és el moviment
inicial que dóna peu a la seva trajectòria fulgurant de comediant d’èxit, ja
que la seva invenció més famosa, el pidolaire Charlot, ja funcionava com a doble
en la ficció del seu demiürg. Abans d’oferir uns quants apunts de com la idea
de doble opera en la filmografia de Chaplin, convé donar algunes raons de la
noció, no per a definir-la, propòsit que supera la voluntat d’aquest breu text,
sinó per a fonamentar algunes aspectes que després ressonaran en el cineasta.
La idea del doble s’ha vinculat a tota una estètica del sinistre, des de les obres del escriptors de gènere fantàstic del Romanticisme, vincle emfatitzat amb l’anàlisi que va realitzar Freud a Allò sinistre. En l'acte de desdoblament en un bessó il·lusori ha una arrel de negativa a acceptar la realitat, de vàlvula d'escapament, que va atreure al pare del psicoanàlisi.
El tema i el motiu del doble posen en dubte un
dels eixos del pensament de la modernitat, la individualitat com a fenomen
singular, personal i intransferible, floc de neu únic enaltit per la cultura i
l'entramat social. No obstant això, la sortida a l'escenari del doble suspèn
aquest fonament de l'individualisme pensament modern: el jo ja no resulta un
ens singular sinó que s'ha duplicat. Amb la seva posada en dubte de la
originalitat de cada persona el doble qüestiona la lògica comuna aristotèlica,
i, efecte sinistre, acaba ensorrant la pròpia idea de realitat.
Ara bé, no tots els que han reflexionat o que han
fabulat respecte a aquesta qüestió ho han fet en la vessant sinistre del
mateix, subratllant les parts fosques. Per exemple, un dels arquetips de Jung, l'Ombra,
comparteix moltes característiques amb la idea de doble, però la seva
interpretació extreu un sentit més dionisíac, una força impersonal, connectada amb
la vida, entesa com un flux despersonalitzat d’energia, en termes grecs la zoe de la vida com a flux còsmic davant
de la bios com a vida personal.
L’objectiu del dionisisme amb els seus rituals
consistia en anar a les fonts de la vida com a zoe per tal d’integrar la seva potència dins la personalitat (si és
que la personalitat té limits, que seria una motiu d’estudi). Aquestes forces
romanien com a facetes subterrànies en la personalitat que el participant en
els rituals dionisiacs aconseguia llibertar al connectar amb elles. En aquest
moviment, sagrat en els seus orígens, rau en part la força subversiva dels dobles
còmics, forces dionisiaques que trenquen amb les convencions pautades
socialment. Ja en la cultura clàssica grega el doble havia tingut vincles igual
de sòlids amb l’humor, trobant-se exemples ja en les comèdies de Plaute.
domingo, 21 de abril de 2013
El hilo de terciopelo (Herederos de la estética de Venus in furs, 6/6)
Desde entonces, el interés por la sexualidad sadomasoquista ha ocupado un
generoso lugar en el discurso mayoritario institucional. Un hilo (de
terciopelo) conecta la estética sadomasoquista en la hieraticidad de la imagen
de la Velvet, protegidos sus componentes por gafas de sol, el látigo de Malanga
y los pantalones de cuero y los collares con tachuelas para perros del punk. O ejemplos sonoros que parten de
la «Venus in Furs» de la Velvet, sigue con los herederos Iggy Pop y los
Stooges, con su «I wanna be your dog», para pasar a la versión que hicieron los
españoles Parálisis Permanente en clave de rock siniestro after punk.
Los creativos de la Velvet Underground iban más en este sentido de
experimentación que con un negocio tardocapitalista potenciando el hedonismo
del consumidor. Han sido necesarios 50 años para que la intuición del grupo, su
uso de la sexualidad masoquista como motivo de inspiración, alcance la cultura
mayoritaria, sin todavía perder potencia en una esfera más underground, o cuanto menos indie
–el tema se repite por ejemplo en varias ocasiones en Last days (Gus Van Sant, 2005)–. Es decir, que sigue siendo
relevante para reflejar cierta atmósfera y como exploración de nuevas formas de
concebir lo humano.
martes, 16 de abril de 2013
La Venus de las pieles (Velvet Underground 5/6)
Una de las canciones que mejor explican las complejidades de su
propuesta, así como su condición de altavoz de prácticas minoritarias u ocultas
proyectadas a la esfera del discurso público, es «Venus in furs», primera
canción (creemos) en exponer una letra basada explícitamente en el
sadomasoquismo, temática inédita en la cultura del rock y que evidencia la
rareza y atrevimiento de la banda. La canción se titula como el clásico
precursor del masoquismo, La Venus de las
pieles, escrito por Leopold Sacher-Masoch, libro publicado en el 1870. Este
autor con el mencionado relato dio nombre a un tipo de práctica sexual, por
otra parte de ancestral tradición –la leyenda medieval de que la hetaira Filis
cabalgaba a Aristóteles, representada en muchos ejemplos pictóricos–, tipo de
sexualidad en la que el goce se obtiene mediante la recepción de castigos
físicos o morales o la sumisión hacia otra persona.
El goce (¿lacaniano?) que deja traslucir el tema, cantado enfáticamente
por Lou Reed, puede incluirse perfectamente en una idea del arte en el tiempo
de la cultura de masas que tanto denostaban Adorno y otros pensadores
modernistas, con su concepción del arte elevado, digno de los artistas de
genio, en contraste con el arte perverso del populacho-masa. «La negatividad de
la estética de Adorno se fundaba en la conciencia de las depravaciones mentales
y sensuales de la cultura de masas moderna y su implacable hostilidad hacia la
sociedad que necesita de esas depravaciones para reproducirse a sí misma.» (Huyssen, Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo). Probablemente «Venus in furs», declamada entre cínica y sarcásticamente por
Reed, merecería la reprobación del severo filósofo de la Escuela de Frankfort.
La primera versión la grabaron en un simple casete como demo, una versión
muy diferente a la definitiva, con guitarra acústica, sin batería y cantada por
John Cale.
En
cuanto a la versión definitiva, el singular sonido de la viola, obtenido por el
talento de Cale, le otorga un aire medieval que aporta un toque legendario a la
historia, como si perteneciera a una saga o una leyenda popular. Al grabarla
para el primer disco, lo único que les pidió Warhol fue: «Do the song with the
dirty words [Venus in furs]. Don’t change the words just because it’s a record». (Jovanovic, The Velvet Underground peeled).
Si la letra y la declamación de Reed ya eran denotativas de la temática
sadomasoquista, su exposición en público lo señalaba sin recato, al menos
durante el tiempo en que colaboraron con Andy Warhol. Cuando la tocaban en
directo, como parte del Exploding Plastic
Inevitable, el espectáculo audiovisual preparado en la Factory warholiana,
Gerard Malanga bailaba vestido de cuero y soltando latigazos, mientras otras
personas de la Factory representaban el papel del esclavo Severin o del Príncipe
Negro de Rusia, una performance que
combinaba la provocación erótica con la experimentación artística, combinación
muy del agrado de Warhol.
La recepción del tema mereció en primera instancia la incomprensión
general que suscitó la banda. El
tema «demonstrated why The Velvet
Underground really were very different, both musically and lyrically» (Jovanovic, The Velvet Underground peeled),
y eso generalmente augura un consiguiente rechazo. Además, las dos
tendencias mayoritarias en aquellos momentos en los Estados Unidos, tanto el
poso tradicionalista conservador como los seguidores del flower-power no podían más que oponerse: «The flowers of evil are in bloom. Someone has to stamp them out before
they spread», escribieron respecto a ellos, insertándolos además en la
nueva corriente contracultural (flowers)
pero como una versión maldita baudelaireiana (of evil).
jueves, 11 de abril de 2013
El extraño caso del pop perfecto que fracasa en las ventas. Velvet Underground (4/6)

En los dos primeros discos del grupo, los más experimentales, la Velvet
Underground practicó un difícil equilibrio entre los polos mencionados de lo
elitista / popular y lo underground /
masivo. Los dos álbumes hacen gala de un espíritu contradictorio, sin decidirse
en uno u otro sentido, en una tensión que despide chispas, con una viola
chirriante, larga duración de las canciones o temáticas propias de la alta
cultura o del underground
(experimentalismo estético, juegos con los narradores de las canciones,
experiencias de drogas, sexo perverso) pero también unas formas pop de una gran
perfección, exhibiendo un evidente don por la melodía y un dominio magistral
del formato rock y pop, destacable sobre todo en los temas cantados por Nico.
Su propuesta estética funcionan como ejemplo por antonomasia de respuesta
desde el propio sistema a las necesidades cada vez mayores a finales de los
sesenta de crítica social, de liberación y de autenticidad, en un grupo que
aunó todos esos niveles para, paradójicamente, constituirse al mismo tiempo en
todo lo contrario, al ser otra vuelta de tuerca del mismo sistema, el cual, con
su necesidad de masificación promovía al mismo tiempo lo contrario de lo que
representaba Velvet Underground. Es decir, que en un rizar el rizo del sistema
capitalista, lo que se podría denominar el fordismo de la producción en serie y
estandarizada para llegar a un público amplísimo trasladado al sector
discográfico, producía un grupo que partía de postulados estéticos opuestos, de
excelencia musical y crítica social radical más o menos encubierta. El trasvase
de la elite experimental de vanguardia a lo popular tenía que acarrear necesariamente
contradicciones.
En el caso de la Velvet se subrayó ese carácter paradójico, ya que, pese
a la perfección de un producto pop casi insuperable, ejemplificaron un fracaso
en la culminación de dicho producto pop: alcanzar el hit parade, que les estuvo vedado durante toda su carrera (el primer disco sólo alcanzó el puesto de ventas 171).
Incluso en el momento de más apertura a lo experimental dentro del capitalismo
en su fase consumista, a finales de los
sesenta, incluso entonces la radicalidad underground
del grupo pop perfecto impidió que obtuvieran la reacción merecida por su
calidad. Con ese fracaso quedó establecida una nueva contradicción del sistema
capitalista: quedaba demostrado como en tantas otras ocasiones que no existía
equivalencia entre el Mercado y la calidad, una constatación que sería
desatendida en la esfera macroeconómica –evidencia rebatida por el
fundamentalismo de mercado con las ruinosas consecuencias de la crisis
tardocapitalista.
domingo, 7 de abril de 2013
Arte elevado, popular y underground (La Venus del subterráneo, 3/6)
La cultura del rock comenzó su singladura durante la denominada por
Boltanski y Chiapello segunda fase del capitalismo, la fase en que los ataques
de Marx o de los artistas modernistas habían obligado a los actores principales
del sistema (sector gobernativo y magnates económicos) a buscar una forma
intermedia pactada con sindicatos y con sectores de izquierda, la sociedad del
bienestar, así como asimilar una forma cultural contestataria, la
contracultura. Esa fase del capitalismo se extendió hasta finales de los
setenta, sustituida por el neoliberalismo, sus desregulaciones, la seguridad de
que el Mercado equilibraría por sí mismo la sociedad o la eliminación de la
crítica por una doble vía de enaltecimiento del pensamiento único (vía del
consenso) en lo cultural, mientras que en lo económico se potenciaron los
productos culturales masivos, apoyados por grandes campañas de marketing y por
miles de derivados de mercadotecnia.
Dentro del ámbito artístico una de las categorías que ha operado durante
las décadas del capitalismo consumista y del tardocapitalismo ha sido la del underground, noción que prolonga el
concepto modernista (y tradicionalista también) del arte culto elevado en
contraposición al arte popular, pero como es propio de una cultura que ha
vivido el influjo del materialismo histórico o que ha generado la
contraculturalidad, refleja el concepto de elevado a la inversa, creando una
noción que casi llega a ser una categoría estética; durante los sesenta, el
arte subterráneo se valora como el más interesante por los valores
vanguardistas del riesgo, lo subversivo, lo trasgresor. Con todo, sigue siendo
un arte para minorías de entendidos (de hipsters)
que tienen el gusto suficiente para valorar la subversión de las normas
incluida en esas obras.
Para comenzar, la industria cultural en especial los cazadores de talento
y tendencias son en general personas provenientes de la contracultura,
convertidos por ello en «especialistas» de ese sector según la nomenclatura de la tecnocracia, conocedores de las normas explícitas e
implícitas en ese grupo y en lo que exigiría el público potencial. Los
trasvases entre los sectores de la industria cultural a cargo del negocio (editores
de libros, directivos de discográficas, analistas en los medios de
comunicación, etc.) y los sectores contraculturales resultan mucho más
habituales de los podría parecer a juzgar por ciertos ademanes y discursos
proferidos desde la contracultura.
En cuanto a la recepción de las novedades culturales, si se analiza desde
esa perspectiva, se observa el mismo recorrido desde el underground o los sectores cultos experimentales hasta la escena
mayoritaria, un movimiento de lo clandestino a lo público e incluso a lo institucional.
Durante las primeras décadas de la cultura del rock, la dimensión underground contracultural se unió con
la dimensión popular, produciendo una música subterránea pero que copaba listas
de éxito, (casos como David Bowie, los Doors, Sex Pistols y tantos otros lo
atestiguan); una de las razones se halla en la rápida utilización de
estrategias publicitarias para vender el producto, incluso aprovechando el
lenguaje de la publicidad en la obra misma, caso del propio Warhol en las artes
plásticas. El Pop Art muestra la contradictoria tendencia de la vanguardia
americana, capaz de proseguir con los hallazgos de la europea, en el caso del
Pop Art siguiendo el Dadaísmo, pero insertándolo sin rubor en una dinámica de
recepción masiva de la obra, con el lenguaje adaptado para obtener audiencias
amplias.
miércoles, 3 de abril de 2013
Venus subterránea (dinámicas culturales, Velvet Underground, sadomasoquismo) (2/6)
Esa tensión interna se experimenta aún con más fuerza en el sector del
arte (o del producto cultural) que tiene asignada la tarea de proporcionar
crítica, que señala los puntos de conflicto, siendo tan necesaria como incomoda
en su papel fertilizador, como válvula de escape y como espejismo, todo en uno.
Es curioso el empeño de los sectores conservadores más cerriles por censurar el
impulso crítico del arte cuando precisamente ese mismo impulso es el que
alimenta en buena medida al capitalismo, sistema que se mantiene por su
capacidad camaleónica de asimilar postulados de sus adversarios. La falta de
entendimiento por parte de sectores liberales y conservadores del proceso del
que forman parte y se benefician no augura un buen manejo del mismo. Sería
interesante, aunque probablemente imposible de realizar, un estudio que
observase los ciclos del capital desde la perspectiva de la vitalidad del arte
más crítico. Probablemente las crisis se vean antecedidas por periodos de arte
masivo de corte escapista junto a una persecución o explícita o implícita del
arte trasgresor.
En los años sesenta se produjo uno de los momentos de cambio de
paradigmas estéticas entre lo elitista y lo popular con el Pop art, movimiento
precursor del Posmodernismo. Los creadores del Pop art, entre ellos Andy
Warhol, plantearon una concepción del arte claramente diferenciada de los
criterios modernistas en boga. En los años sesenta las dos estéticas se
yuxtapusieron en una red de teorías estéticas confrontadas. Igual que en tantas
ocasiones, los diversos grupos mostraron una actitud antitética fruto de
referirse a dos fases de la modernidad y del capitalismo: la fase modernista
por un lado y la sociedad de consumo anticipadora del Posmodernismo por la
otra.
De manera que primero el Pop art, y más adelante el Posmodernismo, ya de
una manera decidida, rompieron en buena medida la separación existente entre la
polaridad del arte elevado y del arte popular entendido como sinónimo de
kitsch, separación propia del modernismo, según apunta Huyssen (Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas, posmodernismo, p. 274).
Para este autor, el propósito posmodernista debe desarrollarse partiendo de una
estética del compromiso político de transformación, aunque el paso del tiempo
ha demostrado que ese postulado de Huyssen fallaba, puesto que la estética
posmoderna se ha insertado completamente en la lógica del capital, careciendo
eso sí de dimensión crítica para la transformación colectiva en un sentido
político progresista. Buena parte del arte de la posmodernidad diluye las
fronteras entre lo culto y lo popular (Tarantino sería el ejemplo por
antonomasia en el cine) sin dar por ello una obra comprometida socialmente.
Así pues, la sociedad capitalista occidental posterior sobre todo a
partir de los sesenta tuvo que hacer difíciles equilibrios entre el tradicional
elitismo vinculado a muchas de las prácticas artísticas y una necesidad de ser
popular para insertarse en la dinámica del consumo masivo; no hay que olvidar
que uno de los principales sectores económicos es el de la industria cultural.
Una de las novedades que se produjo a partir de aquellos años fue el acceso de
discursos minoritarios o incluso opuestos a la corriente mayoritaria, el de las
instituciones poderosos, sean públicas o privadas.
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