Esperit de la missatgeria

«Había comenzado el período de Siva el Restaurador. La restauración de todo lo que hemos perdido», Philip K. Dick, Valis.

viernes, 9 de marzo de 2012

Tiempo transformado en arruga (2/2)


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Como proyecto concebido unitariamente que es, las imágenes del libro de Berger y Mohr tienen un sentido conjunto y además establecen relaciones con las más próximas, en especial con la de la página colindante. Junto a la anciana tunecina se presenta un paisaje entre la niebla de la que emerge el pico de una montaña; ambas imágenes pueden pensarse como reflexiones sobre el arte de la fotografía, concreciones de su operar, objeto que emerge de la niebla del tiempo para quedar fijado en el soporte de papel, tiempo hecho materia pero suspendido en un instante cerrado, bucle del que no es posible salir.
Conviene apuntar aún a otra de las virtudes de Mohr: su talento casi sobrenatural para revelar identidades descubre la verdad interna de la señora en algo impalpable, se podría decir que su ser sino fuera por el temor a la grandilocuencia; lo hace un poco a la manera de Nadar (individualidad concretada en unas características personales) pero también yendo aún más lejos que los prototipos de Sander, en el caso de Mohr prototipo aún más universal, representante del ser humano entero y de su existencia finita. La anciana mira a los ojos del espectador, interpelándolo, con una expresión que aúna la serenidad con cierta fiereza de quien ya no teme y una valentía del resistente veterano. Interpretarlo subjetivamente de esta guisa no resulta demasiado atrevido, puesto que en buena medida son valores intrínsecos a lo que presenta Mohr –intentando además no caer en el extremismo de una lectura fisonomista exagerada.
También Roland Barthes en sus apreciaciones de expresiones acostumbra a ser tópico, aunque en este caso no se trata de un defecto sino de la constatación de unos aires generales, casi universales, que cruzan a las personas y que se manifiestan en sus imágenes, prototipos de carácter o de emociones, como cuando describe a un chico con cachorro como triste, tristeza no por manida menos evidente en la instantánea. Al fin y al cabo los tópicos son la banalización de un rasgo general humano.
Por último, cabe apuntar que Mohr no sólo confirma a Barthes sino que a veces también lo confronta, lo matiza, propone otras posibilidades. El «Esto ha sido» que revela la condición ontológica de la fotografía según el pensador francés queda matizado y superado en la fotografía de Mohr. Ya no únicamente «Esto ha sido» sino que «En esto ha pasado», es decir, que se añade una dimensión secuencial impropia del medio y opuesta al parecer de Barthes; esa dimensión de desarrollo temporal puede imaginarse con tanta intensidad que casi se percibe el paso del tiempo que ha curtido y arrugado esa piel, proceso biológico, por supuesto, pero también meteorológico y cósmico. Una secuencia de instantes ha creado la obra que se muestra ante la cámara. En esa piel han pasado los elementos y la han modelado, tan fundamentales para el resultado final de la piel anciana como las características intrínsecas en el ADN de la señora. De esa manera, Mohr añade una dimensión temporal imaginada por el espectador que enriquece una imagen cargada de potencia estética y ética.

1 comentario:

cirugia estetica Madrid dijo...

El post es genial y que me ha gustado leer, te guardo en favoritos porque no tenía en mente las posibilidades que ofreces de la fotografía, enhorabuena por el blog