La relación de Von Trier con el género fantástico apocalíptico es muy
fructífera, con ejemplos tan significativos como Melancholia (Lars Von Trier, 2011); en una de sus primeras
producciones el cineasta intuyó el buen filón que constituían las pandemias,
aunque en su caso vinculó la naturaleza contagiosa con el efecto que causa el
arte en el receptor.
El hilo argumental de Epidemic (Lars
von Trier, 1987) pretende desvelar un proceso de creación de películas que pone
a la vista las falsedades impuestas por la industria, y eso que no se retrata
la situación en Hollywood. Unos guionistas de cine tienen problemas para
comenzar un guión planificado previamente, por lo que al final, tras no poder
pasar sus difusas ideas a la página, deciden cambiar de proyecto, hastiados .
Escriben en pocos días sobre una plaga de peste siglos atrás. Un grupo de
científicos de la película dentro de la película (son los años de plena
eclosión de la metaficción y todo lo que comporta) cree probable que una crisis
epidémica se produzca en breve. Incluso hay señales simbólicas que lo
profetizan. Pero un médico significativamente llamado Mesmer renuncia a seguir las
directrices de sus colegas.
La vida acaba imitando al arte, trasladándose del mundo de la estética a
la dimensión referencial para los guionistas. El arte pasa a ser un elemento
transformador que insufla una dirección u otra el referente cultural que lo
alumbra, casi como esas melodías-semilla wagnerianas de las que brota la opera
entera. Pues el arte resultaría el universo-semilla que transforma al mundo.
El cineasta lo expone
argumentalmente con una de las secuencias más desgarradoras de las últimas
décadas. Mediante una mesmerización los guionistas envían a una hipnotizada al
universo del guión que están preparando; ella deviene testigo del horror de la pandemia. En una de las secuencias de llanto más salvajes de la historia del
cine, la mujer queda tan traumatizada que se contagia anímicamente por la
enfermedad, y la transporta con ella a la esfera de los guionistas, a los que
se la transmite. El arte poliniza al mundo referencial, al que aporta un tipo
de energía u otro. Tratándose de una obra sobre una pandemia, el sentido nocivo
de lo que se comunica está claro.
En el debe de Von Trier hay que apuntar su escaso éxito al lograr una
dimensión cósmica a lo escenificado, pese a sus intentos; las ideas están solo
sugeridas, presentadas de una manera muy difusa sin alcanzar un estado poético
más que en pocos momentos; más acertado se muestra al reflexionar sobre la
historia poética –Von Trier siempre se muestra más lúcido en la crítica que en
la elaboración de sus propuestas–, tema central en ese punto de su trayectoria,
con los horrores del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial todavía supurando
por las heridas del continente, en especial en el centro de Europa, claro. A
ello dedicaría la tercera parte de la trilogía, Europa (Zentropa, Lars
Von Trier, 1991).
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