En Shaun of the dead se enfatiza la analogía social del zombie, que pasa a ser todo aquel que forma parte del entramado social de la Inglaterra post-Tatcher desde los compradores y vendedores de un supermercado hasta los que pasan horas y más horas de su existencia en disputas escolásticas sobre el balompié. De hecho, todos los ciudadanos a excepción, al menos en primera instancia, de los allegados de Shaun, el protagonista.
En el film se subrayan las analogías sociales. Al inicio de la película se muestra una sinfonía de una ciudad en versión actual, en que cada imagen pasa a ser un tratado de los elementos que configuran la cotidianidad en una gran ciudad europea: el supermercado de barrio, los autobuses, los trabajos en las grandes corporaciones con sus impersonales escenarios… Por ese escenario pululan unos personajes que se comportan según la iconografía establecida por George A. Romero de los muertos vivientes: el caminar lento e inseguro, la mirada vacía, la voluntad borrada… y eso que aún están vivos.
http://www.youtube.com/watch?v=vZmjsWAfn14
El protagonista Shaun es un perdedor inglés prototípico, un personaje que podría habitar las novelas de Irving Welsh o de Kureishi, con un trabajo precario y amigos con todas las características para cobrar el Paro durante largas temporadas. Como en cualquier película fantástica con un desarrollo argumental clásico, a los motivos sociales fantásticos se yuxtaponen los personales realistas, en este caso la conflictiva relación de Shaun con su novia por culpa de la incapacidad del joven para madurar, con lo que ello conlleva respecto a las discusiones con su padrastro o el apego que siente hacia su haragán amigo de la infancia, un adolescente perpetuo.
Esa trama personal se metaforiza en la fantástica, de manera que el fracaso sentimental de Shaun se transforma en un fracaso social, lo que en la típica conversión del fantástico pasa a ser un ascenso de los zombies y la ocupación de la ciudad. Los primeros zombies con los que Shaun se cruza le pasan inadvertidos.
En la siguiente secuencia incluso llega a confundirlos con borrachos. A esos primeros intentan eliminarlos lanzándoles vinilos, lo que sirve para establecer un canon de la música de los ochenta –una treta que también sería concebible en Irvine Welsh, por ejemplo.
Shaun of the dead homenajea al ciclo de Romero en muchas secuencias. Los zombies repiten lo que hacían en su vida diaria. Si los mallrats de Estados Unidos acuden al centro comercial, lo lógico es que los muertos vivientes británicos acudan en masa a los pubs y por una vez éstos omitan la señal de la última ronda de pintas.
Además, escenifica lo que debe de pasar por la cabeza del único superviviente de La noche de los muertos vivientes cuando se esconde en el sótano: probablemente se arrepiente de las desafortunadas decisiones previa. Por su parte, en Shaun of the dead, el protagonista se culpa por la muerte de casi todos los miembros del grupo que lo acompañaba en su intento de salvar la vida, mientras su exnovia intenta rebatir los argumentos de su culpa. El conflicto personal realista resolviendo qué tipo de futuro quiere compartir con su antigua novia es lo que Shaun debe resolver en el sótano.
En uno de los loops típico de las películas con cierres circulares (de hecho, resulta más apropiado utilizar el término en espiral), el final se corresponde con la secuencia de la primera mañana, la que establece la cotidianidad de Shaun, sustituyendo eso sí al amigo en adolescencia perpetua por la novia reconciliada. La fantasía zombie no es más que una excusa argumental para fijar un proceso hacia la madurez (eufemismo para referirse a una conformidad con la sociedad) vivida por tantos individuos: el paso a lo que generaciones previas denominaban personas de provecho, honrados contribuyentes al erario público.
Por lo que se refiere a la trama zombie, la película muestra como el tardocapitalismo lo ha diferido (como a tantas subversiones previas) convirtiendo a los zombies tanto en buenos operarios del sector servicios, como en monstruos de ferias de los que mofarse, o bien en invitados en talk-shows televisivos.
El orden social se ha recompuesto gracias a la evolución psicológica del personaje Shaun, que ha superado la fase adolescente, renunciando a madre y amigos, sustituidos por la esposa y, se supone, los retoños. Un final digno de La naranja mecánica. Eso sí, aún podrá compartir partidas de la cónsola con el amigo zombie los viernes por la noche. El fantástico y el costumbrismo de la juventud europea entrelazados.
En el film se subrayan las analogías sociales. Al inicio de la película se muestra una sinfonía de una ciudad en versión actual, en que cada imagen pasa a ser un tratado de los elementos que configuran la cotidianidad en una gran ciudad europea: el supermercado de barrio, los autobuses, los trabajos en las grandes corporaciones con sus impersonales escenarios… Por ese escenario pululan unos personajes que se comportan según la iconografía establecida por George A. Romero de los muertos vivientes: el caminar lento e inseguro, la mirada vacía, la voluntad borrada… y eso que aún están vivos.
http://www.youtube.com/watch?v=vZmjsWAfn14
El protagonista Shaun es un perdedor inglés prototípico, un personaje que podría habitar las novelas de Irving Welsh o de Kureishi, con un trabajo precario y amigos con todas las características para cobrar el Paro durante largas temporadas. Como en cualquier película fantástica con un desarrollo argumental clásico, a los motivos sociales fantásticos se yuxtaponen los personales realistas, en este caso la conflictiva relación de Shaun con su novia por culpa de la incapacidad del joven para madurar, con lo que ello conlleva respecto a las discusiones con su padrastro o el apego que siente hacia su haragán amigo de la infancia, un adolescente perpetuo.
Esa trama personal se metaforiza en la fantástica, de manera que el fracaso sentimental de Shaun se transforma en un fracaso social, lo que en la típica conversión del fantástico pasa a ser un ascenso de los zombies y la ocupación de la ciudad. Los primeros zombies con los que Shaun se cruza le pasan inadvertidos.
En la siguiente secuencia incluso llega a confundirlos con borrachos. A esos primeros intentan eliminarlos lanzándoles vinilos, lo que sirve para establecer un canon de la música de los ochenta –una treta que también sería concebible en Irvine Welsh, por ejemplo.
Shaun of the dead homenajea al ciclo de Romero en muchas secuencias. Los zombies repiten lo que hacían en su vida diaria. Si los mallrats de Estados Unidos acuden al centro comercial, lo lógico es que los muertos vivientes británicos acudan en masa a los pubs y por una vez éstos omitan la señal de la última ronda de pintas.
Además, escenifica lo que debe de pasar por la cabeza del único superviviente de La noche de los muertos vivientes cuando se esconde en el sótano: probablemente se arrepiente de las desafortunadas decisiones previa. Por su parte, en Shaun of the dead, el protagonista se culpa por la muerte de casi todos los miembros del grupo que lo acompañaba en su intento de salvar la vida, mientras su exnovia intenta rebatir los argumentos de su culpa. El conflicto personal realista resolviendo qué tipo de futuro quiere compartir con su antigua novia es lo que Shaun debe resolver en el sótano.
En uno de los loops típico de las películas con cierres circulares (de hecho, resulta más apropiado utilizar el término en espiral), el final se corresponde con la secuencia de la primera mañana, la que establece la cotidianidad de Shaun, sustituyendo eso sí al amigo en adolescencia perpetua por la novia reconciliada. La fantasía zombie no es más que una excusa argumental para fijar un proceso hacia la madurez (eufemismo para referirse a una conformidad con la sociedad) vivida por tantos individuos: el paso a lo que generaciones previas denominaban personas de provecho, honrados contribuyentes al erario público.
Por lo que se refiere a la trama zombie, la película muestra como el tardocapitalismo lo ha diferido (como a tantas subversiones previas) convirtiendo a los zombies tanto en buenos operarios del sector servicios, como en monstruos de ferias de los que mofarse, o bien en invitados en talk-shows televisivos.
El orden social se ha recompuesto gracias a la evolución psicológica del personaje Shaun, que ha superado la fase adolescente, renunciando a madre y amigos, sustituidos por la esposa y, se supone, los retoños. Un final digno de La naranja mecánica. Eso sí, aún podrá compartir partidas de la cónsola con el amigo zombie los viernes por la noche. El fantástico y el costumbrismo de la juventud europea entrelazados.
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