Extret de Miró hermético, Equipo Feérico, Ed. «In dreams»:
«En el Autorretrato del año 60 la figuración da paso a un esquema de la figura; sobre fondo gris pizarra se dibuja lo que parece un alienígena trazado por un aborigen, con dos manchas de color significativas, una en el cuerpo, amarrillo solar y también terrenal, así como un ojo rojo de Shiva. De nuevo remite a la famosa sentencia de Goethe: si el ojo no fuera como el sol, no podría verlo, frase de resonancias herméticas. En este Autorretrato el sol y el ojo están emparentados. Vuelve a trabajar con la fase última del proceso del chamán, despedazarse y volver a recomponerse (...)
La figura emerge de una copia del viejo Autorretrato del 37-38 blakiano, analizado con anterioridad. Los Mirós se desdoblan desde otros Mirós. La figura emergente alienígena muestra poquísimos colores, apenas un toque de amarillo, el ojo rojo y un punto lila. ¿Para qué más? En comparación con la mayoría de pintores, el estilo colorístico de Miró resulta simple, tonos lisos, sin graduarlos ni utilizar tampoco tonos rotos, complementarios u otras sofisticaciones; sin embargo, más que una debilidad ahí radica su fuerza, obteniendo la potencia máxima de lo sencillo que, como se sabe, resulta lo más difícil de lograr.
Como ya hemos indicado páginas atrás, pintar únicamente la parte más representativa de un ser (en este caso los ojos del artista) ya se practicaba en el arte prehistórico y primitivo. Como indicaba una cita recogida en un libro del año 31 sobre arte aborigen: "A veces no es el animal entero el que se reproduce, sino un elemento, un órgano, como los ojos o las manchas de la piel; en una palabra, lo más representativo del animal tótem". O como escribió Leiris sobre su amigo Miró: "Sus líneas son sólo indicaciones, no un diagrama, sino más bien las marcas mediante las cuales los fenómenos pueden ser reconocidos".
Su nuevo lenguaje plástico enfatiza aún más el signo, como si cada cuadro fuera una hoja con los trazos de una caligrafía personal, nueva lengua de signos, los pictogramas mironianos, plagados de alusiones al sol, las estrellas, el poder de visión de los ojos (círculos como el sol), el sexo ligado a la tierra, los corazones o una proliferación de figuras geométricas simples cuyas líneas nunca son rectas. Eso queda enfatizado con la nueva etapa iniciada en las Constelaciones, de minimalismo aún más extremo, formada por pocos elementos esquematizados. La existencia se ha reducido a lo mínimo fundamental. "Mi tendencia a la simplicidad, a la simplificación, se ha ejercido en tres terrenos: el modelado, los colores y la figuración de los personajes", aseguró el pintor en una entrevista muy significativa con Yvon Taillandier en el 59. Quizá a la caza de esa pureza formal escueta se deba la preponderancia de motivos blanquinegros, con diversas obras en las que desaparece cualquier otro color.
Con ello, el viaje hacia el autoconocimiento del ser experimenta una nueva etapa, aunque esa categorización no sea más que una forma de hablar convencional. Tras tantos años de esfuerzo, de olvido crítico e incluso de hambre, Miró se conoce y conoce con mayor intensidad. "Es necesario perfeccionarse desde el punto de vista interno, aun cuando eso parezca un fracaso para el mundo exterior, como a menudo sucede". En la serie de autorretratos hemos constatado ese esfuerzo de evolución hacia el punto, unidad mínima existencial.»
Per últim, una referència de la cançó Alegria d'Antònia Font que sembla escrita especialment per a aquest Autoretrat: «Alegria, ses òrbites en sincronia, /i es Ovnis se pinyen i deixen un cràter / per sempre dins sa meva vida.» Digne de ser cantat per l'extraterrestre de l'autoretrat de Miró, ell mateix com si acabés de sortir de l'Ovni després d'haver-se «pinyat».
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